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 Aquí os dejo un artículo interesante relacionado con  la Intervención con Familias y Menores en Riesgo Social.

 Familias Multiproblemáticas y en Riesgo Social: Características e Intervención

 

Esteban Gómez
Pontificia Universidad Católica de Chile
Sociedad Protectora de la Infancia
María Magdalena Muñoz & Ana María Haz
Pontificia Universidad Católica de Chile

 

Ligado a las transformaciones socioculturales, políticas y económicas acaecidas en el último siglo, se ha debilitado el pacto tradicional que vinculaba gobierno, sociedad y familia en un proyecto común (Haz & Matus, 2006). Esto ha generado en muchas comunidades un ambiente de incertidumbre, desconcierto y pérdida de los referentes tradicionales sobre «cómo se debe vivir la vida» (Bauman, 2001), lo que aunado a dinámicas de exclusión social cada vez más arraigadas, ha impactado a numerosas familias vulnerables, destacando por su extrema complejidad la Familia Multiproblemática (Linares, 1997).
Estas familias no cuentan con herramientas suficientes para afrontar las demandas de éxito ligadas a una cultura hedonista y de consumo (Ditzel & Maldonado, 2004), que exige asumir la responsabilidad por las propias historias de vida (Ehrenberg, 1999), y que mide la valía personal según criterios difícilmente alcanzables. Así, al encontrarse mayoritariamente en contextos caracterizados por factores de riesgo psicosocial y deprivación sociocultural crónica, se refuerza el ciclo de marginación, disfuncionalidad, crisis y desesperanza que es común observar en ellas.
Durante las décadas pasadas se han implementado numerosas iniciativas para ayudar a estas familias, implicando inicialmente a voluntarios y organizaciones no profesionales, y más recientemente, a la comunidad profesional y académica. En su mayoría, estos esfuerzos no han tenido un impacto duradero, pero han arrojado valiosa información desde la cual es imperativo seguir construyendo conocimiento y propuestas de intervención.
El presente artículo busca aportar en esta línea, y se ha estructurado desde una amplia revisión bibliográfica en diversas bases de datos (ProQuest, PsycINFO, OCLC-FirstSearch y SciELO, entre otras), seleccionando las referencias según aportaran información sobre las características de la familia multiproblemática y/o la intervención con éstas.


Características



Dentro de los aspectos más difíciles del trabajo con familias multiproblemáticas (en adelante, FMP), está el comprender su funcionamiento y anticipar los escenarios posibles de intervención. Estas familias sorprenden a los equipos con modulaciones sistémicas que no encajan en los modelos y metodologías tradicionales. Por ello, es indispensable desarrollar marcos orientadores específicos, que permitan al profesional distinguir rasgos comunes en la variedad, proyectando su abordaje técnico en conocimiento del impacto de cada una de estas variables.
Como esquema organizador de la literatura respecto a las FMP, los autores del presente artículo proponen cuatro ejes descriptivos, que si bien se manifiestan entrelazados en la práctica, son útiles de distinguir conceptualmente: (1) Polisintomatología y crisis recurrentes; (2) Desorganización; (3) Abandono de las Funciones Parentales; y (4) Aislamiento.


Polisintomatología y Crisis Recurrentes


Estas familias no presentan un síntoma particular, sino que una cadena de problemas y factores de estrés (Matos & Sousa, 2004), entre los que pueden mencionarse negligencia, alcoholismo, violencia intrafamiliar, abuso de sustancias y depresión. Sharlin y Shamai (1995) señalan que este patrón es de tal importancia, que las FMP debiesen reconceptualizarse como "familias en extremo distrés " o familias multi-estresadas.
En esta línea, Walsh (2004) ha definido tres características centrales en las FMP, todas asociadas al eje de polisintomatología: (a) presencia de problemas múltiples, de gran complejidad y gravedad; (b) más de un portador de sintomatología; y (c) episodios recurrentes de crisis individuales y familiares. Según Casas (1998 citado en Navarro, 2002), estas crisis recurrentes, que marcan la dinámica de las FMP, pueden aparecer como reacción a:
(a)  Dificultades de carácter material o físico, como cesantía, enfermedades crónicas, etc.;
(b)  Relaciones conflictuadas con el entorno circundante, expresadas como marginación social o demandas de adaptación a contextos violentos o estresantes, y;
(c) Relaciones conflictuadas al interior del sistema familiar, y que adoptan la forma de violencia intrafamiliar, abuso sexual, negligencia, etc.
Cuando estas condiciones no reciben un apoyo e intervención adecuados, se cronifica y refuerza de forma poderosa la polisintomatología característica de estas familias, en un ciclo deteriorante de condiciones adversas- falta de apoyo y de recursos- crisis- y síntomas múltiples. Ahora bien, no basta solamente con dar apoyo, sino que éste debe calzar con la necesidad particular que ha desencadenado la crisis para ser efectivo (Juby & Rycraft, 2004).


Desorganización


El segundo eje pone el énfasis en la desorganización que define la dinámica de estas familias, particularmente en torno a dos aspectos: (a) una estructura caótica; y (b) una comunicación disfuncional. Conceptos que apuntan en esta línea son los de familia "suborganizada" de Aponte (1976, 1981 citado en Cancrini, De Gregorio & Nocerino, 1997) o familia "desorganizada" de Minuchin et al. (1967a; 1967b citado en Cancrini et al., 1997).
Vega(1997) ha mencionado como características de la estructura de estas familias el ser mayoritariamente monoparentales y presentar una notoria dispersión de sus miembros. Asimismo, dicha estructura se caracteriza por numerosas rupturas y reconstituciones que configuran genogramas complejos y aveces confusos (Linares, 1997; Matos & Sousa, 2004; Sousa & Eusébio, 2005).
En estas familias existen conflictos en el desarrollo de los roles y la delimitación de los subsistemas (Cancrini et al., 1997). Presentan una elevada porosidad de sus fronteras, con límites generalmente difusos y problemas de diferenciación, lo que facilita la transmisión transgeneracional de los patrones de desorganización y multi-problematicidad, como lo muestra el estudio de Hurst, Sawatsky y Pare (1996).
Se ha detectado la presencia de una jerarquía caótica y una reducción de las reglas y normas al mínimo (Sousa & Eusébio, 2005), sin rutinas claras ni criterios consensuados sobre qué está permitido y qué no en la familia. El poder no se concentra "en un miembro determinado de la familia y como consecuencia de ello la interacción familiar tendrá carácter caótico, estableciéndose el control a través de medios indirectos y encubiertos" (Navarro, 2002, p. 26); o a través de la descarga en el acto agresivo (Sousa & Eusébio, 2005). Además, los hijos pueden implementar una "prueba de límites" en escalada, que busca definir de alguna forma un bosquejo de estructura familiar, al costo de invertir muchas veces los roles familiares.
El segundo aspecto de la desorganización familiar dice relación con la comunicación, que resulta caótica y empobrecida en su intercambio de información (Malagoli Togliatti, 1985 citado en Cancrini et al., 1997). Se observan patrones incongruentes de comunicación verbal y no verbal, lo que se manifiesta como ambivalencia relacional, habitualmente anclada en una historia de desórdenes vinculares transgeneracionales (Hurst et al., 1996; Sousa & Eusébio, 2005).
La ambivalencia e incongruencia encuadran una dificultad para "leer" adecuadamente los matices e implicancias de un mensaje y para desarrollar empatia en la comunicación. En situaciones de resolución de conflictos, tienden a interpretarse las "señales" comunicativas como muestras de rechazo o abandono. Como el lenguaje ha perdido su capacidad mediadora se instalan los golpes y gritos, o la autoagresión y autodestrucción, el acting out como solución de "punto final" y de descarga de la tensión acumulada.


Abandono de las Funciones Parentales


La investigación en FMP ha revelado que éstas tienden a abandonar sus funciones parentales (Cancrini et al., 1997; Navarro, 2002), mostrando en muchos casos un grado elevado de incompetencia parental y negligencia (Barudy, 1998), que llevado al extremo (por ejemplo, ligado a dinámicas de maltrato infantil grave) puede acarrear la inhabilitación legal de los padres y la salida del niño de su familia.
Se han distinguido tres funciones parentales básicas (Barudy & Dantagnan, 2005): la nutriente, la socializadora y la educativa. El debilitamiento de las finalidades socializadoras y educativas en la FMP altera en los niños y niñas su capacidad de inserción y adaptación social, al no facilitar la internalización de "normas y valores culturales, lo cual inhibe el desarrollo de la consideración y el respeto a la sociedad por parte del niño y sitúa a éste en posición de conflicto con su entorno" (Linares, 1997, p. 32).
El debilitamiento de la función nutriente en la FMP, principalmente de tipo emocional, obstaculiza el desarrollo de un apego seguro (Cyrulnik, 2002) y lleva a un riesgo significativamente aumentado de padecer diversos trastornos biopsicosociales (Glaser, 2002). Numerosos estudios han mostrado en niños físicamente maltratados la predominancia de apego evitativo, mientras que niños que han sufrido negligencia física muestran predominancia de un apego ansioso/ambivalente (Finzi, Ram, Har-Even, Shnit & Weizman, 2001); finalmente, los niños y niñas que han recibido una combinación de diversas formas de maltrato, abuso y negligencia muestran predominantemente un estilo de apego desorganizado o ansioso/evitativo (Hughes, 2004). Asimismo, la investigación en niños que han sufrido negligencia y/o maltrato emocional, ha mostrado la presencia de diversas dificultades posteriores en la infancia, adolescencia y vida adulta, observándose trastornos emocionales (como baja autoestima, ansiedad o estrés), desórdenes conductuales (como irresponsabilidad, oposicionismo y comportamientos antisociales), bajo desempeño y ausentismo escolar, agresividad y/o aislamiento social, en la mayoría de estos niños (Glaser, 2002).
Este abandono de las funciones parentales aparece vinculado en muchos casos a dinámicas de entrega y/o abandono de los hijos (Vega, 1997), por cuanto el subsistema parental delega sistemáticamente el cuidado de sus hijos en terceros (vecinos, familiares, profesionales).
La intervención sobre las condiciones de vulneración que demandan la salida del niño de su hogar, se dificulta muchísimo cuando se traspasa la línea del abandono de las funciones parentales, con bajas tasas de éxito (25%-70%) en la mayoría de los diversos programas que intervienen después de este punto (de Paúl, Múgica & Alday, 1997). Es por ello que comprender esta variable en la intervención, resulta crucial si los profesionales hemos de ayudar a estas familias a permanecer unidas sin vulnerar el desarrollo sano de sus niños y niñas.


Aislamiento

Por último, el cuarto eje tiene que ver con el aislamiento. Para aludir a esta característica, se les ha denominado "familias aisladas" (Powell & Monahan, 1969 citado en Cancrini et al., 1997), o "familias excluidas" (Thierny, 1976 citado en Cancrini et al., 1997), destacando su distanciamiento, físico y emocional, de la familia extensa y la red de apoyo social e institucional, encontrándose así carentes de soporte frente a las crisis que atraviesan. Cabe destacar que la variable "aislamiento social" o "falta de apoyo social" ha sido identificada en numerosas investigaciones como un factor gravitante en la etiología del maltrato infantil (Gracia & Musita, 1993; Moncher, 1995). Asimismo, la red de apoyo ha sido asociada a numerosos factores protectores de crucial importancia (Sluzki, 1996); de ahí que su precariedad y escasa disponibilidad en las FMP influya en la gravedad y multiplicidad de los síntomas.
Incluso cuando la familia tiene una red social disponible, existe una tendencia a la inestabilidad y fragilidad en estos vínculos, al desarrollarse sobre untrasfondo de carencias en las habilidades sociales necesarias para mantener sus relaciones interpersonales en el tiempo (Juby & Rycraft, 2004; Sousa, 2005). Asimismo, se ha visto que el apoyo de la familia extensa, cuando está presente, se caracteriza por anular sus efectos potencialmente positivos por acompañarse de críticas y descalificaciones frecuentes (Moncher, 1995).
Estas redes suelen ser precarias y constituidas por parientes y conocidos que no proveen el tipo de ayuda que requieren los padres en su parentalidad (Moncher, 1995). En contraposición a una dinámica resiliente, los miembros de esta red generalmente comparten y refuerzan las normas y conductas de parentalidad negligente (Juby & Rycraft, 2004; Sousa, 2005). Esto explicaría en parte hallazgos recientes que controvierten el análisis de que la negligencia parental ocurre principalmente en condiciones de aislamiento social; la negligencia puede ocurrir tanto en condiciones de aislamiento, como en presencia de redes informales que contemplan indiferentemente o hasta estimulan en esa dirección (Roditti, 2005).



Familias Multiproblemáticas y Pobreza


De acuerdo a un estudio de Aldaz-Carroll y Moran (2001), sobre la transmisión transgenera-cional de la pobreza en 16 países de Latinoamérica, los "factores familiares" (como baja escolaridad, estructura familiar disfuncional o presencia de violencia doméstica) son centrales en la comprensión y abordaje de la pobreza. Así, fortalecer la familia es una condición sine qua non de superación de la pobreza.
Las FMP no son exclusivas de un entorno de pobreza y deprivación, ya que pueden encontrarse en cualquier contexto social, cultural y económico (Matos & Sousa, 2004; Sousa & Eusébio, 2005). Sin embargo, si a la calidad de "multiproblemática" se le suma el de "pobreza dura" (Rozas, 1999), los efectos perjudiciales para sus miembros se tornan estructurales y de difícil modificación.
La familia en pobreza dura se encuentra atrapada en una especie de laberinto social, donde a cada movimiento pareciera hundirse más y más. Los distintos actores que van conformando la familia, padre, madre, hijos, abuelos, amigos, presentan inhabilidades sociales que en distintos momentos les impiden salvar obstáculos fundamentales para su integración social (...) impactando a los niños. Estos últimos, sin herramientas intelectuales, culturales, sociales, ven fragmentado su proyecto vital, reconstituyendo el ciclo de la pobreza. (Rozas, 1999, p. 86) La pobreza emerge como una variable de particular influencia en la cronificación de conductas parentales negligentes (si bien no debe igualarse pobreza a negligencia, ni a las otras características señaladas previamente). Los efectos indirectos de la pobreza que potencian el desarrollo de dinámicas negligentes y/o maltratadoras, incluyen historias de traumatismo y deprivación, condiciones de adversidad crónicas, mayor cantidad de variables de estrés parental, aislamiento social, monoparentalidad, embarazos adolescentes, y vivir en comunidades que son peligrosas, violentas y que carecen del capital social necesario para apoyar la crianza de los hijos (Woodward & Fergusson, 2002).
Producto de esta dinámica, que entrelaza un funcionamiento inadecuado, carencia de recursos y condiciones de vida adversas, las FMP en riesgo social terminan por involucrarse casi ineludiblemente con agentes de control externos. Con esto, terminarían por disminuirse aun más sus competencias y habilidades de enfrentamiento (Matos & Sousa, 2004; Minuchin, Colapinto & Minuchin, 2000), delegando sus cuidados parentales en diversos servicios de la comunidad (Vega, 1997).


Intervención


Familias Multiproblemáticas y Servicios Sociales


La mayor parte de los programas sociales trabaja con familias multiproblemáticas en situación de pobreza y riesgo social (Juby & Rycraft, 2004; Walsh, 2004). A pesar de los esfuerzos realizados durante décadas, y de algunas experiencias aisladas de intervención exitosa, la mayoría de estas iniciativas no ha decantado hacia resultados positivos duraderos con estas familias.
Las razones de esta dificultad son diversas; Walsh critica que estos servicios tienden a "basarse en las deficiencias, concentrarse en el individuo y ser fragmentarios, reactivos a las crisis, inaccesibles y definidos por los profesionales para los clientes" (Walsh, 2004, p. 329).
Colapinto (1995), por otro lado, ha puesto de relieve la disolución de los procesos familiares, entendida como la transferencia de las funciones parentales y familiares hacia los servicios sociales, y que ocurre producto de la multi-asistencia sostenida en el tiempo y la invasión progresiva en todas las áreas de la vida familiar por parte de los profesionales. Estas intervenciones "son a veces necesarias, pero siempre desarticulan las estructuras familiares. Se llevan a cabo sin tomar en cuenta los vínculos emocionales positivos, y anulan recursos potenciales" (Minuchin et al., 2000, p. 36).
Además, se ha mostrado que mientras estas familias presentan una amplia gama de problemas complejos y graves, las agencias sociales se encuentran organizadas casi invariablemente por áreas de intervención (Matos & Sousa, 2004; Sousa, 2005). En consecuencia, la compleja matriz de conflictos familiares involucra y afecta diferentes sistemas simultáneamente: al sistema escolar en situaciones de ausentismo, desórdenes conductuales y problemas de integración escolar; al sistema de salud en casos de adicción a drogas y alcohol, psicosis, depresiones, etc.; al sistema judicial en situaciones de violencia intrafamiliar, abandono, vulneración de derechos, y así sucesivamente.
De esta forma, en corto tiempo acumulan interacciones con gran cantidad de profesionales e instituciones, reforzando su dependencia y desarticulando la eficiencia de las intervenciones (Matos & Sousa, 2004; Minuchin et al., 2000). Además, es frecuente que estas familias tornen difícil la colaboración coordinada de los profesionales de un mismo equipo y aun más infructuoso el trabajo sincrónico de equipos de diferentes servicios (Vega, 1997).
Finalmente, se ha remarcado que la petición de ayuda rara vez proviene de la propia familia, siendo usualmente otro sistema de la red (policía, escuela, vecinos) quien da la alerta y/o deriva a diversas organizaciones de ayuda (Matos & Sousa, 2004), lo que implica que la motivation al cambio rara vez se encuentra garantizada al inicio de la intervención profesional.


Trasfondo Epistemológico de la Intervención


Siguiendo la propuesta de Vega (1997) respecto al trasfondo epistemológico óptimo para enmarcar la intervención con FMP, proponemos una síntesis en torno a tres enfoques interrelacionados: (1) una perspectiva constructivista de la realidad humana; (2) una visión ecosistémica de los procesos familiares; y (3) una comprensión del cambio como proceso discontinuo.
En primer lugar, la intervención con FMP se ve fortalecida cuando se desarrolla desde una mirada constructivista de la realidad humana, que no es igual a decir "todo vale", pero que sí se distingue de un enfoque objetivista, al aceptar como válidas las construcciones sociales propias de la comunidad en que se desenvuelven las familias. Dichos constructos son el marco en el cual las pautas de la familia cobran un sentido específico; si el profesional es capaz de desarrollar una actitud de interés y respeto por este marco, gana en apertura y empatia, facilitándose el manejo de las disonancias ineludibles al trasfondo sociocultural del profesional. La noción de la realidad humana como construcción social tiene como consecuencia que el profesional debe "flexibilizar sus propias nociones de familia y hogar para poder intervenir" (Vega, 1997, p. 169).
Sin embargo, esto no implica eliminar las consideraciones sobre el respeto por una ética de mínimos, "sobre cuestiones de justicia, exigibles moralmente a todos los ciudadanos (...) por debajo de las cuales no puede caer una sociedad sin caer a la vez "bajo mínimos" de moralidad" (Cortina, 1998, p. 117).
En segundo lugar, una visión global multidimensional o ecosistémica, sustentada en los conceptos de causalidad circular, complejidad y emergencia de fenómenos con cualidad de novedosos permite, al trabajar con sistemas humanos, buscar conexiones y relaciones más allá de las comprensiones reduccionistas de un problema. Esta visión ecosistémica incluye vislumbrar la necesaria interdependencia entre los diversos actores implicados en el proceso de ayuda y el lugar que ocupa el profesional o equipo, para desbloquear cadenas inoperantes de intervenciones incongruentes entre sí y de carácter crónico (Vega, 1997).
En tercer lugar, una concepción del cambio como un proceso discontinuo (contrapuesto a una noción de cambio lineal, gradual, progresivo y acumulativo) es fundamental, ya que, al trabajar con familias multiproblemáticas,
... el profesional necesita tener una guía clara de las posibilidades de cambio en estas familias. Sin ello, no es posible desencadenar, conducir y usar el cambio. Pero, sobre todo, necesita aprender a reconocer y valorizar los procesos de cambio mínimo o de mejoría ligera, dado que, por las características de estas familias, éstos pueden llegar a ser imperceptibles. (Vega, 1997, p. 169)



Contextos Profesionales de Cambio


Existen diversos contextos profesionales de cambio en la intervención con FMP. En la Tabla 1 se han adaptado los contenidos propuestos por Lamas (1997) desde la revisión bibliográfica y reflexión realizada por los autores de este artículo.
Los diversos contextos de intervención (de evaluación, asistencial, de consulta, informativo, terapéutico y de control) que aquí se muestran, iluminan el hallazgo empírico de que los profesionales no siempre se relacionan con la FMP en un mismo ámbito de interacciones o momento del proceso.
A cada contexto se le asocia un campo de significados posibles, que encuadran los intercambios profesionales (y no profesionales) entre los diversos involucrados en el proceso de intervención. Asimismo, cada contexto tiene objetivos, modalidades, metodologías y técnicas que le son propias.
Esto no es idéntico a decir que sólo se actúa en un nivel, o que un servicio debe acotarse a un único contexto de intervención. Es evidente que en la práctica coexisten en paralelo o incluso entrelazadamente diversos campos de práctica profesional (por ejemplo, asistencial y terapéutico son dos contextos relativamente frecuentes).
Más bien se trata de que el profesional cuente con un esquema conceptual clarificador de las características, posibilidades y limitaciones de cada contexto, y así pueda esforzarse por evitar confundir los problemas que enfrenta, los recursos que necesita, y las competencias que requiere para poder intervenir adecuadamente en cada caso.
























Instrumentos de trabajo .

Vega (1997) ha identificado como instrumentos de trabajo con FMP: (1) el profesional como persona; (2) el equipo profesional; (3) las otras redes de intervención; y (4) la formación y la supervisión. Para maximizar el aporte de cada uno de estos instrumentos, debe realizarse un trabajo cíclico de reflexión, entrenamiento y evaluación del estado actual y deseado, según el contexto particular de la intervención. El autoconocimiento y una supervisión constante que explore las vivencias emocionales del operador, permiten prevenir el desgaste profesional asociado al trabajo con FMP. Al respecto, cabe señalar que Este trabajo supone un impacto emocional intenso, con el consiguiente riesgo para el profesional, dado que se debe enfrentar a las descripciones particulares de la vida que tienen estas familias: sus historias de supervivencia, sus desastres reiterativos, sus urgencias, sus miserias, sus estilos alternativos de vida familiar y sus soluciones, que suelen ofender las creencias, valores y costumbres del profesional. La necesidad del autoconocimiento personal de éste supone aceptar la existencia de una involucración emocional, con sus consiguientes riesgos en todo proceso de ayuda. (Vega, 1997, p. 171)


Estrategias de Intervención

Para abordar la complejidad de la FMP, existen estrategias inespecíficas transversales, como el uso de la empatia (Cunningham & Henggeler, 1999) y una actitud de genuino interés y apoyo «que venga del corazón», y no sólo como resultado de una obligación laboral, manteniendo la esperanza en que el cambio es posible, a pesar de las crisis y dificultades que surjan en el proceso. Esta actitud ha sido mencionada como una variable crucial en el éxito con FMP, según la percepción de los propios usuarios de servicios sociales (Knel-Paz & Ribner, 2000). Además, existen estrategias específicas, como las que se detallan en la Tabla 2.









Uno de los desafíos centrales del trabajo con FMP es lograr su adherencia e involucramiento en los espacios propuestos. Las FMP no suelen llevar una agenda o recordar citaciones con profesionales; simplemente, hay otras necesidades que llaman con mayor urgencia su atención y energías. Para Cunningham y Henggeler (1999), la intervención no puede progresar sin involucramiento, siendo indicadores de su presencia: (1) altas tasas de asistencia; (2) cumplimiento de "tareas para la casa"; (3) activación emocional durante las sesiones; y (4) progreso hacia las metas acordadas. Como indicadores de problemas de involucramiento se mencionan: (1) constantes dificultades y obstáculos para fijar citaciones; (2) inasistencias frecuentes; (3) no seguir los planes de intervención; y (4) mentiras sobre datos importantes (Cunningham & Henggeler, 1999).
Para enfrentar este problema, McNeil y Hershell (1998) proponen intensificar la estructura de las citaciones, definiendo mecanismos para recordar fechas y horarios y para trasladarse hasta el centro, llamando por teléfono el día anterior o entregando invitaciones personalmente o a través del correo. Al intervenir con FMP se sugiere definir un contrato escrito de asistencia y participación en el programa, estipulando las características del tratamiento, duración, objetivos, qué resultados puede esperar el (los) cliente(s) y fechas relevantes (McNeil & Herschell, 1998). Esto ayuda a mejorar la comprensión del cliente sobre el proceso, clarificando expectativas mutuas y minimizando conflictos de planificación e implementación.
Otra estrategia sugerida, es aprovechar la elevada motivación al cambio que tienen estas familias en los momentos de crisis, debido al sentido de urgencia con que los vivencian. Sin embargo, su desorganización característica puede hacer cambiar las prioridades rápidamente, por lo que los equipos deben estar preparados para usar el impulso como palanca a favor del proceso de cambio, en la dirección definida como "foco" de la intervención.
Como no es posible abordar todos los problemas de una FMP al mismo tiempo, McNeil y Herschell (1998) proponen escoger una o dos áreas con el mayor grado de especificidad posible e intervenir mediante la negociación de metas trabajables con la familia o miembros de la familia que estén en tratamiento. Este enfoque, que trabaja pequeñas experiencias de éxito desde una mirada a los recursos y capacidades resilientes, ayuda a transformar un locus de control externo en uno interno, con el consecuente empoderamiento de las familias y sus miembros (Juby & Rycraft, 2004).
Relacionado con la estrategia de escoger un número pequeño de metas realistas, está el evitar la trampa asociada a las múltiples crisis, dinámica que puede llevar al profesional o equipo a confundirse fácilmente y a perder el hilo conductor de su intervención, diluyéndose con ello sus efectos potencialmente beneficiosos. McNeil y Herschell (1998) sugieren acoger empáticamente las quejas o la información relacionada con la nueva crisis, pero limitar el tiempo dedicado a escucharlas. En vez de dejarse llevar por cada nuevo episodio de derrumbe individual o familiar, el profesional que está interviniendo debe recordarse a sí mismo el foco que ha definido para el abordaje de esta familia y volver oportunamente a él.
Es relevante reconocer que ningún profesional ni equipo puede lidiar por sí solo con todos los pedazos de solución que se necesitan para superar estas dinámicas autoperpetuantes (Haz, Díaz & Raglianti, 2002). En consecuencia, los otros pedazos de solución deben necesariamente buscarse en la Red, suscitando entonces el problema de la sobre-intervención profesional antes descrito. Para evitar esto, McNeil y Herschell (1998) proponen priorizar las derivaciones, tal como se priorizan las metas de la intervención; el trabajo con estas familias se beneficia de una estrategia secuencial de derivación, más que simultánea, porque la simultaneidad satura sus recursos de respuesta y colabora al fracaso de la intervención.
Por otra parte, es necesario trabajar en estas familias la valorización de la terapia y los espacios de intervención como una prioridad (McNeil & Herschell, 1998). Frente a necesidades de alimentación, apuros económicos y otras, es difícil considerar prioritario asistir y permanecer en terapia o en las intervenciones propuestas. Es por ello que el profesional debe generar una experiencia positiva en sus clientes, usando el elogio honesto como principal herramienta; también se ha denominado a esta estrategia "dar regalos" terapéuticos, como trasmitir esperanza y fe en el cambio o normalización de problemas y sentimientos (Cunningham & Henggeler, 1999). Para los padres y madres, hijos e hijas de estas familias, estos espacios pueden ser los únicos momentos en que experimentan la sensación de sentirse bien acerca de algún aspecto de sí mismos. Por ello, el elogio honesto puede reparar su autoestima y ser un piso de vinculación desde el cual fortalecer la adherencia al tratamiento.
Asimismo, el mostrar periódicamente los avances obtenidos, facilita la sensación subjetiva de avance, lo que a su vez redunda en una mayor adherencia al tratamiento (McNeil & Herschell, 1998). Esto puede realizarse, por ejemplo, mediante "reuniones de celebración de logros", o a través de la entrega de "diplomas de reconocimiento" de habilidades parentales o de logros en la superación de ciertos síntomas (White & Epston, 1990 citado en Lamas, 1997).
Finalmente, se sugiere desarrollar las intervenciones (si el contexto lo permite) en una atmósfera libre de juicios y condenas, en donde se estimule la expresión libre de las vivencias y emociones. El respeto y la empatia se han mencionado como actitudes terapéuticas inespecíficas de alto impacto sobre estas familias (Cunningham & Henggeler, 1999). Esta pauta, en una dinámica plagada de problemas, introduce un elemento novedoso y constructivo, aliviando la vivencia de estrés y facilitando una actitud de apertura al cambio. En la práctica esto se puede realizar expresando a los padres que ellos están haciendo lo mejor que pueden en una situación realmente difícil (pues lo es por definición); lo que viven sería un desafío para cualquier familia, por lo que el trabajo profesional se redefine desde ayudarlos a desarrollar habilidades y competencias para enfrentar con éxito dichos desafíos (McNeil & Herschell, 1998).















Propuesta



A lo largo de este artículo, se comprendió a la familia multiproblemática como un sistema vulnerable de alto riesgo para todos sus miembros. En su conjunto, el resquebrajamiento de la matriz de cariño y protección, que generan el entramado de vulneración en que se despliegan las funciones parentales y dinámicas de interacción, puede facilitar la emergencia de los múltiples problemas que afectan a estas familias. Estos problemas se concatenan en un patrón de transmisión transgeneracional altamente tóxico y costoso para el niño o niña, su familia y la sociedad de la que forman parte.
De lo antedicho se desprende la importancia fundamental de diseñar, implementar, evaluar y difundir programas que sean efectivos en interrumpir la disfuncionalidad actual y la transmisión transgeneracional de este patrón en las FMP.
La efectividad de las intervenciones con FMP ha sido escasa y errática en diversos lugares del mundo. EE.UU. es el país que ha desarrollado la mayor cantidad de investigación de calidad y a gran escala para medir el impacto real de las intervenciones sociales en estas familias, documentando el bajo efecto que suelen tener los programas sociales al enfrentar la enorme complejidad de esta tarea con los mecanismos tradicionales de intervención psicosocial (Lindsey, Martín & Doh, 2002).
Las intervenciones profesionales con FMP, tanto en el ámbito social como clínico, se han desprendido de un enfoque centrado en el déficit: para cada problema, se plantea una solución especializada y desarticulada de otros recursos, con un método de trabajo compensatorio. Este enfoque ha demostrado ser de escasa efectividad, al concentrarse en aquello de lo cual la familia debe alejarse, más que focalizarse en aquello hacia lo cual la familia debe dirigirse (Sousa, Ribeiro & Rodrigues, 2006).
Como resultado de la investigación bibliográfica realizada, la reflexión de los autores y la participación de uno de ellos en el desarrollo del Marco Conceptual Orientador de la Sociedad Protectora de la Infancia, en el presente artículo se propone una concepción del trabajo con familias multiproblemáticas que asocia a cada característica definida, un foco a intervenir, anclado en las posibilidades de cambio más que en los déficit y patologías.
Como se observa en la Tabla 3, se propone que el profesional y los equipos contrapongan al despliegue caleidoscopico de problemáticas, una mayor atención a los recursos y potencialidades no actualizadas2. El concepto unificador de las acciones profesionales en esta línea es el de resiliencia, que se entiende como "la capacidad de sobreponerse a la adversidad de forma creativa, transformando el suceso negativo, y potencialmente dañino, en un aprendizaje enriquecedor" (Protectora de la Infancia, 2007, p. 29).
Es importante recalcar que un acercamiento a la polisintomatología de la FMP desde sus recursos y fortalezas, no implica negar la presencia de severos problemas de salud mental o minimizar la gravedad de situaciones de violencia intrafamiliar, entre muchas otras problemáticas. El método de trabajo con FMP propuesto reconoce la presencia de dichas situaciones, derivando a instancias especializadas cuando sea necesario y trabajando coordinadamente con otros equipos, pero al mismo tiempo pone de relieve la tarea fundamental de identificar y potenciar activamente áreas libres de patología, daño y disfuncionalidad. Desde dicho reconocimiento, la FMP puede construir capacidad de resiliencia para enfrentar, por transferencia de aprendizaje, otras problemáticas similares e incluso, dependiendo de su plasticidad, problemáticas de índole diversa. En la intervención con FMP ambas caras de la moneda deben hacerse presentes: (1) el problema; (2) los recursos; y (3) un entrenamiento en cómo usar los recursos para afrontar los problemas.
Asimismo, frente a la desorganización imperante, el profesional busca intervenir la estructura y dinámica de las familias, con la finalidad de mejorar su funcionamiento global. El concepto guía en este caso es el de organización familiar, que se comprende como "el resultante dinámico del entrecruzamiento entre aspectos estructurales, relaciónales e históricos de un sistema familiar, que se despliegan en la vida cotidiana y se ponen a prueba en situaciones de estrés" (Protectora de la Infancia, 2007). Las estrategias propuestas por McNeil y Herschell (1998) se muestran como intervenciones fructíferas para abordar esta variable.
En tercer lugar, el abandono de las funciones parentales, si bien forma parte del trabajo sobre la organización familiar, se entiende como fuertemente ligado a una intervención sobre los vínculos que unen a padres y madres (o figuras significativas) con sus hijos e hijas, por lo que el apego emerge como concepto gravitante. El apego entonces, se entenderá como "un vínculo afectivo reductor de estrés, específico y estable, que une al bebé (o niño/a) con una persona significativa para él, en la búsqueda de la protección y cuidados, confianza y estimulación cariñosa, que necesita para su desarrollo" (Protectora de la Infancia, 2007, p. 29). En la actualidad existen intervenciones diseñadas específicamente para potenciar el desarrollo de un apego seguro o mejorar patrones de apego inseguros con prometedoras aplicaciones a esta población (Juffer, Bakermans-Kranenburg & van IJzendoorn, 2005).
En cuarto lugar, al aislamiento (y/o dependencia de los servicios sociales) que caracteriza a estas familias, oponemos un trabajo dirigido a su integración a la red formal e informal. Cabe señalar que se entiende por red al "entramado de vínculos interpersonales e institucionales, reales y potenciales, que permiten y facilitan la integración comunitaria del niño y su familia, revirtiendo condiciones de aislamiento social, y cumpliendo funciones de apoyo emocional, consejo, regulación y adaptación social, ayuda material y de servicios, y acceso a nuevos contactos" (Protectora de la Infancia, 2007, p. 29). Consideramos no sólo el trabajo directo con la familia, sino también los indispensables espacios de coordinaciones que deben existir entre todos los actores involucrados en el proceso de ayuda, según se señaló en este artículo, si han de evitarse los efectos iatrogénicos de la intervención profesional.
Finalmente, la pobreza pone en evidencia las múltiples necesidades que enfrentan estas familias en su vida cotidiana. Las necesidades básicas se entienden en este trabajo como "la plataforma mínima de recursos y servicios, necesaria para el desarrollo biopsicosocial de un niño y para el adecuado ejercicio de las funciones parentales" (Protectora de la Infancia, 2007) y se visualizan como un soporte para todos los otros elementos señalados. Avanzar en este aspecto requiere el concurso de todos los actores comunitarios, privados, políticos y gubernamentales implicados; en este plano, la organización de mesas territoriales puede contribuir notoriamente cuando se desarrollan con respeto, voluntad y responsabilidad social.
El trabajo con FMP demanda una visión ecosistémica de la intervención; potenciar las funciones parentales no puede concebirse aisladamente de una mirada al apego, por una parte, y a la organización familiar (en sus vertientes de estructura, dinámica y competencias parentales), por otra. Fortalecer el apego seguro no puede hacerse sin observar el componente de resiliencia relacional que ahí se pone enjuego. Asimismo, la superación de la pobreza en una FMP no resulta viable sin una metodología que incluya la coordinación con los servicios y recursos de la red.
Es importante destacar que la disfuncionalidad de la FMP no es una característica intrínseca a ésta de forma aislada, sino que se constituye en el resultado de la interacción patogénica de diversos sistemas, incluidos los sistemas profesionales de ayuda, que no logran coordinarse adecuadamente en su actuar. El desmembramiento y el efecto de atomización y desvinculación que suele observarse en estas familias es el resultado de una historia fragmentada, tanto desde los severos trastornos de apego con que se da inicio a la fundación de la familia, como desde el involucramiento parcializado de los múltiples agentes de intervención (y así sucesivamente).
Es por ello que el profesional que intervenga con familias multiproblemáticas debe realizar un esfuerzo por organizar su acercamiento al caso desde las características presentadas, sin olvidar que las variables que se entrecruzan en la gestación de estos problemas "están fragmentadas por todo el espacio humano e institucional, de manera tal que las soluciones deberán ser, consecuentemente, planteamientos que convoquen los trozos de solución que invariablemente estarán dispersos en los más insospechados nodos de la red" (Haz, et al., 2002, p. 27). Para que este esfuerzo sea efectivo, debe cumplir básicamente con tres requisitos (que sintetizan lo expuesto en este artículo):
1.   Co-construir un foco de intervención y conservarlo como punto de referencia a medida que la familia va presentando su abanico de dificultades. Esto evita en parte la dependencia crónica al acotar el trabajo profesional a ciertos objetivos, dejando otros fuera y además otorga organización a una familia que se caracteriza por no tenerla;
2.   Aprender a leer los pequeños avances y entrenarse en resaltarlos con entusiasmo, para sí mismo y para la familia, estructurando un proceso que marque claramente los hitos de logro de la familia (lo que además permite retornar a estos puntos de éxito cuando se instalan las recaídas y retrocesos); y
3.   Coordinar activamente el trabajo con los otros profesionales y servicios de la red que estén involucrados o que vayan a involucrarse en un futuro cercano (por ejemplo, mediante un trabajo de derivaciones vinculares).
Además de lo anteriormente señalado, y desde nuestra experiencia con familias multiproblemáticas en la Sociedad Protectora de la Infancia, es importante enfatizar la necesidad de incorporar espacios para recordar periódicamente el encuadre fijado en los contratos iniciales. Asimismo, estos espacios sirven para entregar retroalimentación respecto al grado de avance, estancamiento y/o retroceso en los diversos acuerdos negociados al comienzo del proceso.
El método de trabajo aquí propuesto debe ser tomado como una orientación más que como un modelo, por cuanto no cuenta con respaldo empírico que sustente su efectividad. Por otra parte, cabe destacar que sus conceptos están anclados en enfoques teóricos y tradiciones de investigación con amplio reconocimiento y consenso en la comunidad científica, por lo que cabría esperar que futuras investigaciones y experiencias de aplicación práctica, entreguen respaldo a las ideas desarrolladas en este artículo.
Se hace necesario estimular la investigación en países de habla hispana sobre las características específicas que adopta la familia multiproblemática en estos contextos, sobre metodologías de intervención desarrolladas y su efectividad, y sobre las percepciones de las familias y los profesionales en relación a estas variables.
Es urgente desarrollar un cuerpo de conocimientos fundamentado en la investigación científica rigurosa de estos factores para retroalimentar a los encargados de las políticas públicas, de la administración de las organizaciones sociales y a los equipos profesionales que intervienen directamente con familias multiproblemáticas en riesgo social.
Derivado de este conocimiento, construido a partir de la realidad sociocultural específica de los países latinoamericanos, sería posible mejorar el diseño de los programas, la capacitación de los equipos, la coordinación de las redes y en definitiva, la intervención profesional con familias multiproblemáticas y en riesgo social.










 Creencias que cuestan la vida a a niños indefensos aún en el Siglo XXI.

Madrid 23 SEP 2014 - 19:19 . Fuente:El País.

-La maldición de los niños brujos


En Togo, unos 1.000 menores fueron acusados de brujería el año pasado

Son estigmatizados, maltratados y hasta asesinados








Imagen del documental 'Yo no soy bruja', de Raúl de la Fuente, autor del premiado 'Minerita'. / Misiones Salesianas



Juegan, corren, saltan, juegan, se suben a los columpios y hacen acrobacias en cada barandilla que encuentran a su paso. Como cualquier otro niño de su edad. Son los niños sorcier o niños brujos que residen en el hogar Don Bosco de las Misiones Salesianas de Togo y, aunque ahora sí pueden vivir tranquilos, hubo un tiempo en el que no se les permitió tener infancia. No se sabe con exactitud cuántos hay, pero existen y su número aumenta al mismo paso que aumenta la pobreza en el entorno en el que viven: tan solo en la región de Kara, en el norte del país, 773 menores fueron acusados de hacer brujería en el año 2013, según la dirección regional de Acción Social de dicho país. Son inculpados por sus familias y vecinos de todos los males que sufren: desde una enfermedad hasta la muerte, desde una mala cosecha hasta la pérdida de un empleo. Y son maltratados, marginados e incluso asesinados.

Esta realidad ha sido recogida por las Misiones Salesianas en el informe Menores acusados de brujería en la región de Kara, un documento con el que la orden religiosa pretende sensibilizar a la sociedad y a la comunidad internacional para que los agresores de estos pequeños no queden impunes. El texto, que analiza las causas y consecuencias de este fenómeno, se ha publicado al mismo tiempo que el corto documental Yo no soy bruja, dirigido por Raúl de la Fuente, autor de otra película bien premiada con un Goya, Minerita.

En Togo, un pequeño país del África subsahariana apretujado entre Ghana y Benin, conviven más de 40 etnias diferentes para las que el animismo es una parte fundamental de su cultura. Y allí la acusación de brujería está anclada en las tradiciones más ancestrales, como sucede en algunos otros países de África. El aumento de la pobreza es la causa primera y más directa por la que se incrementa este fenómeno. Togo, con casi siete millones de habitantes, una esperanza de vida situada en los 56 años y una renta per cápita de 479 euros, se encuentra a la cola del ránking del Índice de Desarrollo Humano, en el puesto 166 de 187 Estados.

El país, que vive de agricultura de subsistencia, se empobrece velozmente debido al cambio climático, a la deforestación y al uso de abonos químicos que disminuyen las tierras de cultivo. Si aumenta la pobreza, aumentan la enfermedades y la mortalidad por la falta de servicios sanitarios básicos, y la situación acaba degenerando en la creencia de que un espíritu maléfico está perjudicando a la familia, según explica el informe. “Es muy fácil de entender: a más pobreza, más muertes; a más muertes, más culpables que buscar”, resume el misionero José Luis de la Fuente, director del hogar Don Bosco en Kara desde hace ocho años y coautor del estudio.

"La brujería es el poder de hacer daño a otra persona a través del mundo espiritual porque es una persona poseída por espíritu maléfico. Lo hace comiendo el alma a la persona a la que ataca. Se manifiesta en el mundo físico a través de la enfermedad, la muerte, o el desprestigio social y económico", explica Patricia Rodríguez, también coautora, que ha vivido dos años en esta región.

Normalmente, las víctimas de estas acusaciones proceden de las capas más vulnerables de la sociedad: ancianos, viudas, niños y niñas que suelen ser huérfanos de padre, madre o de ambos, o que no viven con su familia. "Cualquiera que sea diferente", aclara De la Fuente, en cuyo centro de acogida viven unos 110 niños de los que el 40% fueron acusados de realizar brujería en el pasado, cuando en 2010 eran el 20%. "Cuando hay varias muertes o enfermedades en la misma familia se suele buscar al culpable en el clan. Si se trata de un niño que no tiene madre y vive con su madrastra, esta mirará al que no es su propio hijo", explica.

Así le pasó a Georgette, que en el documental muestra abiertamente sus manos deformes. Las tiene así desde que su madrastra le obligó a meterlas en agua hirviendo para demostrar que no era una bruja. Y como humana que es, sufrió terribles quemaduras que no dejaron a los médicos otra opción que amputarle la mayoría de sus dedos. "Un día mi padre me llamó para preguntarme si yo tenía al diablo, le dije que no sabía y me contestó que, si no decía la verdad, me mataría", explica la pequeña, que ahora cursa el equivalente a 3º de la ESO. Georgette dijo que sí lo era para que no le pegaran y entonces su madrastra tuvo la idea de escaldar sus manos. Cuando unos familiares vieron su estado, quisieron llevarla al hospital, pero su padre se negó: "Dijo que era mejor que muriera porque si me recuperaba iría a destruirles”, relata la joven. "Esta niña quedó segunda de su promoción, es muy lista, en su familia era la única que progresaba y por eso la madrastra la condenó como bruja", explica el misionero De la Fuente, que aclara que los niños acusados de brujería suelen ser los que destacan, para bien o para mal, por encima del resto: "Los que sacan muy buenas notas y eclipsan a otros, los que no estudian, los que roban, los que son un poco más agresivos o un poco más mentirosos que el resto…", enumera.







Fotograma del corto documental 'Yo no soy bruja'. / MISIONES SALESIANAS

En Togo, como en otros países africanos, existe abundante legislación destinada a proteger a la infancia en parte gracias a la presión de la comunidad internacional, pero es habitual que se produzca un choque entre el Derecho y la legislación vigente y las leyes de andar por casa. "En la práctica no se hace mucho uso de los tribunales, se intentan resolver los conflictos dentro de la justicia tradicional", indica Patricia Rodríguez. Según el informe de Cáritas, Las condiciones de vida de la región de Kara, el 31,4% confía más en la justicia que imparten los jefes de los clanes frente a un 13,3% que confía en la vía oficial. Por eso, Rosalíe casi pierde la vida.

La niña sufrió un malentendido con un grupo de chicas cuando iba a recoger agua y las amenazó con pegarlas. Dos semanas después, una de ellas cayó enferma. A Rosalíe la señalaron con el dedo: era claramente una bruja. "Me llevaron ante el jefe del cantón, el juicio fue en presencia de todo el pueblo. Yo tenía que beberme un remedio; si era inocente, viviría y, si no, moriría", recuerda. Fue entonces cuando contactó con los misioneros para que la sacaran de allí.

El jefe del cantón también suele apoyarse en la figura del charlatán o knaw en el idioma local, una persona que supuestamente tiene poderes de clarividencia; él ve lo que ocurre en el mundo espiritual y también posee poderes curativos que obligan a salir a los malos espíritus de los menores, pero sus prácticas solo consiguen "destrozar" a los chicos que dejan a su cargo, según De la Fuente, al someterlos a pruebas como la ingestión de venenos, la abrasión del cuerpo y otro tipo de malos tratos. En ocasiones, el charlatán se los lleva lejos de sus familias durante temporadas —que pueden durar meses—, durante las que estos trabajan en régimen de semi esclavitud y son sometidos a continuas agresiones físicas. Además, estas supuestas curas no son gratuitas, por lo que el charlatán acaba haciendo pequeñas fortunas a costa de estos niños. "Los diablos son como la gente pero sus piernas son delgadas, tienen alas", asegura, sonriente, uno de estos charlatanes en el documental.
El impacto de estas acusaciones de brujería en los niños es demoledor. Al ser acusados de cualquier mal que surja en su comunidad quedan estigmatizados de por vida. El informe salesiano destaca los daños psicológicos que sufren, sus problemas de aprendizaje, aislamiento social, agresividad, depresión, estrés postraumático, ansiedad o trastornos de la personalidad. En la edad adulta, si no son tratados y reinsertados, pueden repetir las conductas violentas que vivieron en el pasado.



Fotograma del corto documental 'Yo no soy bruja'. / MISIONES SALESIANAS

Al tratarse de prácticas semiclandestinas, muchos de estos pequeños no cuentan su problema, por lo que es muy difícil dar con ellos para tratarlos y acaban convirtiéndose en niños de la calle, malviviendo del robo, consumiendo estupefacientes o vinculándose a bandas de delincuentes.

Para terminar con este tipo de prácticas, el informe insiste, entre otras recomendaciones, en que es necesario modificar la legislación vigente para que la acusación por brujería se incluya como agravante de un delito de violencia contra la infancia. "En Togo, los malos tratos a un menor solo están castigados con siete días de trabajos comunitarios", critica Rodríguez.

Así mismo, es importante que la comunidad internacional continúe ejerciendo presión sobre las autoridades locales para combatir estas prácticas. Ya se han realizado diversas reuniones con los jefes de los clanes para tratar este asunto, pero la solución se alcanzará, en todo caso, a largo plazo. "Los líderes tradicionales no van a dar soluciones enseguida, pero poco a poco van buscando razones mas profundas a los males de su comunidad antes de acusar a un niño de brujería", indica De la Fuente. "Así, habrá niños que se libren, a los que no acusen, pero no resultará fácil este cambio, porque ellos pueden asegurar colaboración delante de Asuntos Sociales y después tendrán muchas presiones en sus poblados", asevera.

Georgette y Rosalíe han tenido más suerte porque fueron acogidas por la orden religiosa. Georgette va a cursar el equivalente a 3º de la ESO y sueña con ser embajadora de Togo en Alemania. Rosalíe comienza a estudiar Económicas este año y quiere ser contable. Pero la recuperación no ha sido sencilla. “Al final siempre algo les va a faltar, permanece el estigma. Cuando te ocurre algo así en la infancia, por mucho que cambies, algo queda”, concluye el misionero.



¿Porque maltratar a un niño inocente?Es increíble lo que a algunas personas se les puede pasar por la cabeza para hacer cosas tan terribles.


El niño maltratado por una pareja ingresó con los ojos morados y quemaduras

El padre del menor lo dejó al cuidado del matrimonio


Fuente:El País 





El niño de cuatro años maltratado por un matrimonio al que el padre del menor dejó a su cargo ingresó con los ojos amoratados y quemaduras en los glúteos y en las piernas en un hospital de Vitoria, donde aún permanece internado y está "estable". Fuentes cercanas a la investigación han desvelado los detalles de este caso, por el que esta semana han sido detenidos los dos miembros del matrimonio acusados de maltrato y lesiones al menor, aunque ambos han quedado en libertad con una orden de alejamiento del niño.
Los hechos se conocieron ayer, pero la investigación de este caso comenzó el pasado domingo, cuando el menor ingresó en el Hospital de Txagorritxu de la capital alavesa.
Según las mismas fuentes, el padre dejó al niño a cargo de un matrimonio con el que tiene una relación de confianza y amistad porque él no tiene domicilio fijo en Vitoria y actualmente duerme en un taller. Además, la madre del menor se encuentra presa en Bolivia. Ante esta situación, dejó al niño a cargo de esta pareja, que el domingo por la mañana le entregó a su hijo encapuchado.
Al quitarle la capucha, el padre descubrió que tenía los ojos amoratados y que además sufría quemaduras en los glúteos y en las piernas. El padre le dio de desayunar y llamó a su hermano y al abuelo del niño, familiares que fueron quienes lo trasladaron al hospital de Txagorritxu de Vitoria. Fuentes de este centro sanitario han indicado que el menor se encuentra ingresado en una habitación de Pediatría, que está "estable" y que probablemente seguirá internado al menos hasta el lunes.
Al conocer este caso se activó el protocolo establecido por la Diputación de Álava y, ante la "situación de desprotección" en la que se encuentra el niño, la institución foral ha asumido su tutela.
La Ertzaintza, por su parte, inició la investigación el pasado domingo al tener conocimiento del ingreso del menor en el hospital con signos de maltrato y diversas lesiones causadas al parecer en fechas recientes. La sección de Investigación de la Policía Vasca instruyó diligencias y notificó los hechos al Juzgado y a la médico forense.
Los agentes continuaron con la toma de declaraciones y con las investigaciones e identificaron a los presuntos autores del hecho, un hombre de 37 años y su mujer, de 36, que habían tenido al menor a su cargo durante las dos últimas semanas a petición de su padre. Los ertzainas iniciaron la búsqueda de los dos sospechosos hasta que el pasado martes, el hombre se presentó en dependencias de la Ertzaintza de Vitoria acompañado por un abogado.
Los agentes lo detuvieron y, tras ser puesto a disposición judicial, quedó en libertad con una orden de alejamiento del menor de 200 metros. Su mujer, acusada de los mismos delitos, permaneció en paradero desconocido hasta ayer, cuando fue localizada y detenida también en Vitoria, tras lo cual fue conducida al Juzgado de Guardia y ha quedado en libertad, también con una medida de alejamiento del menor de 200 metros.
El Departamento de Seguridad no ha dado a conocer los detalles de este hecho pero fuentes conocedoras del caso han desvelado que cuando el padre preguntó al matrimonio de amigos suyos qué le había pasado a su hijo trataron de justificar los moratones de la cara diciendo que se había caído. Respecto a las quemaduras en los glúteos y piernas le explicaron que se los había hecho con un juego eléctrico.
La Ertzaintza ha tomado incluso declaración al pequeño en el hospital en presencia de su tío. Una vez que le den el alta, el niño quedará bajo la custodia de la Diputación alavesa.











Nace un centro abierto para niños y familias en riesgo de exclusión

La Obra Social la Caixa ha destinado 23.000 euros para este proyecto dirigido a la demarcación de Tarragona

Redacción                                               Publicado: 21:27 - 11/08/2014
La Obra Social la Caixa ha concedido una ayuda por valor de 23.340 euros a un proyecto de la demarcación de Tarragona destinado a la inclusión social de personas en situación de pobreza o exclusión social, mediante proyectos dirigidos a facilitar su desarrollo integral, potenciar sus capacidades y favorecer la igualdad de oportunidades. Esta aportación corresponde a la tercera convocatoria de 2014 del Programa d’Ajudes a Projectes d’Iniciatives Socials que impulsa anualmente la Obra Social la Caixa y que, este año, prevé destinar más de 16 millones de euros a las siete convocatorias en las cuales se diversifica. Todas aquellas organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan con estos colectivos en riesgo de exclusión pueden acceder a este programa.
En Tarragona se ha escogido el proyecto presentado por el Centre Obert Casal l’Amic, impulsado por la Fundació Privada Casal l’Amic. Este ofrece un servicio de acompañamiento en el aprendizaje personal para niños y sus familias de entre de su comunidad y territorio de referencia. El Centre Obert va destinado a niños de entre cuatro y doce años y pretende convertirse en un ámbito de relaciones enriquecedoras e integradoras tanto en lo que a la entidad se refiere así como para el resto de agentes implicados en la educación del niño.
Más de 62.000 personas de todo el Estado y en situación de pobreza serán las beneficiarias directas del proyecto de Lluita contra la Pobresa i l’Exclusió Social 2014. La finalidad de esta convocatoria es apoyar a las entidades no lucrativas que desarrollan proyectos dirigidos a la atención y refuerzo psicosocial, al desarrollo social y educativo de niños en situación de exclusión social y a sus familias, a cubrir las necesidades básicas y ampliar las nuevas situaciones de pobreza. De los 686 proyectos presentados han sido seleccionados 163, con una aportación de 3.733.010 €.
El presidente de La Caixa y de su Obra Social, Isidre Fainé, expresó su agradecimiento a todas las asociaciones y entidades que han participado en la convocatoria: «La contribución a la integración social de las personas más vulnerables y los colectivos más desfavorecidos continúa siendo uno de nuestros principales retos y compromisos con la sociedad», señaló.
Como novedad este año, la Obra Social la Caixa otorgará un premio especial en reconocimiento a la capacidad de innovación y transformación social de las organizaciones que, adoptando nuevas metodologías y vías de intervención en su práctica, han contribuido a una mejora efectiva de la vida de las personas a las cuales van dirigidas. El premio, dotado con 15.000 euros, será concedido a cada uno de los diez mejores proyectos relacionados con acción social y interculturalidad, viviendas temporales de inclusión social, lucha contra la pobreza, inserción laboral y promoción de la autonomía y la atención a la discapacidad.

España es el tercer país rico con más niños pobres y en riesgo de exclusión social, según Unicef 

'Los niños de la recesión', informe que mide el impacto de la crisis en los países ricos, cifra en un 36,3% la pobreza infantil en España. El número de niños pobres aumentó en 800.000 en España durante la crisis. De los 41 países más "ricos", solo Grecia y Letonia tienen más niños pobres. 2,7 millones de niños españoles están en riesgo de exclusión social, el 36,3%.


España aparece en todas y cada una de las 'zonas rojas' de las tablas que miden la pobreza infantil en el último informe de Unicef: 'Los niños de la recesión. El impacto de la crisis económica en el bienestar infantil en los países ricos' (PDF). Imágenes 1 Foto España es el tercer país (de todos los de la UE y la OCDE), solo tras Grecia y Letonia, con más menores de edad en riesgo de exclusión social (el 36,3%, más de uno de cada tres) y también figura en lo más alto de la lista de países donde la crisis más ha empeorado la situación de este colectivo.  De hecho, el número de niños pobres ha aumentado en 800.000 en España como consecuencia de la crisis económica entre 2008 y 2012 hasta situarse en un total de tres millones de niños que viven por debajo del umbral de la pobreza. El informe cifra en un 36,3% los menores españoles en riesgo de exclusión social (2,7 millones) El autor de la parte española del informe, el investigador Gonzalo Fanjul, califica de "emergencia nacional" la pobreza infantil en España. En una conferencia reciente explicó cómo "los episodios de pobreza crítica, aunque sean breves, tienen en los niños efectos para toda la vida". El informe de Unicef enmarca a España entre los países donde más han caído los ingresos medios (en torno a un 15%). Las familias españolas han perdido el equivalente a diez años de mejoras en sus ingresos, solo superados por las familias griegas, que han perdido catorce años. También aparece España entre los países donde más se han reducido las prestaciones familiares desde 2008, "justo cuando los indicadores de pobreza empezaban a dispararse", lamenta el estudio. Más estrés e insatisfacción ¿Qué significa ser pobre en un país rico? Para los autores del informe, son pobres las familias que sobreviven con menos de 355 euros al mes por miembro de la familia. En España, según Gonzalo Fanjul, los niños que se ven más afectados son los hijos de los inmigrantes y los de las familias monomarentales. Sin olvidar "que estamos ante un fenómeno generalizado de empobrecimiento de la clase media" como constata la cifra de 2,7 millones de niños pobres. Lapobreza crítica tiene en los niños efectos para toda la vida El informe revela que España es uno de los países donde la población admite sufrir más estrés. A la pregunta de si se sienten satisfechos con su vida, los españoles son de los más negativos del mundo desarrollado. La conclusión, según Unicef, es que la vida de las personas ha empeorado, sobre todo en los dos últimos años (2011-2013), cuando las respuestas más negativas aumentaron más en España que en el resto de países. A nivel internacional, la conclusión del estudio es que la crisis ha afectado más a los niños y adolescentes del sur de Europa (España, Grecia e Italia). Sin embargo, el empobrecimiento de los niños es generalizado, pues ha ocurrido en la mitad de los cuarenta países analizados, los más ricos del mundo.





Os dejo aquí un artículo muy interesante.


Hallados en un pozo en Zamora los cuerpos de una mujer y su hija

La policía sospecha que el compañero de la madre las mató en junio pasado

 /  San Vicente de la Cabeza / Madrid 25 NOV 2014 - 22:17 CET






Policía, juez y fiscal trabajan con la hipótesis de que los restos humanos hallados hoy en la Fondalada del Pozón, a medio kilómetro del centro del pueblo de San Vicente de Cabeza (Zamora) son de dos víctimas de un nuevo caso de violencia machista. Una furgoneta blanca los trasladó al mediodía al Instituto Anatómico Forense de Madrid para analizarlos y comprobar si se corresponden con los deAdolfina Puello, una mujer dominicana de 32 años desaparecida el pasado 29 de junio, y su hija Argelys Leonela Sánchez, de nueve años. Al día siguiente, la pequeña tenía previsto viajar a Santo Domingo para reunirse con su abuela materna. Nunca más se supo. Raúl Álvarez, compañero de la mujer —la niña era fruto de una pareja anterior— es el único sospechoso. Fue arrestado el lunes. La zona del hallazgo está a medio kilómetro en línea recta de la casa de verano de sus padres.
Los familiares de Adolfina habían denunciado su desaparición a finales de junio y relataron a la policía el carácter violento de su novio, un español de unos 30 años y residente en Madrid que, según estos testimonios, la había maltratado durante meses. Los consejos familiares nunca lograron que ella lo dejara durante los más de tres años que duró la relación. Fuentes de la investigación confirman que Raúl confesó el lunes el crimen durante el interrogatorio, pero que ofreció un relato confuso sobre el lugar donde escondió los cuerpos. El lunes, los investigadores rastrearon sin éxito la Dehesa de la Villa, en Madrid, cerca de donde residía la pareja en un piso alquilado. El juez ha decretado secreto de sumario.
Hoy, la búsqueda se trasladó al municipio de San Vicente de Cabeza, a 63 kilómetros de Zamora. La policía peinó las orillas del río Aliste, que parte en dos este Ayuntamiento con un censo de 450 habitantes de los que solo reside habitualmente un centenar. El despliegue de fuerzas de seguridad despertó al pueblo. Los restos humanos aparecieron finalmente en el pozo abandonado a medio kilómetro de la plaza de la aldea.
Pasadas las tres de la tarde, cinco agentes de policía registraron, en presencia del detenido, la casa de verano de su familia. Según varios testigos, la comitiva policial pasó cerca de una hora en el domicilio.
Los vecinos describen al detenido como un hombre “callado, huraño, que apenas se relacionaba con nadie cuando llegaba en agosto al pueblo para pasar unos días con su familia durante las fiestas”. “A veces pasaba días enteros en casa con las persianas bajadas y, cuando salía a pasear, se guardaba hasta el saludo”, comenta uno de ellos. Tampoco daba problemas ni se le recuerdan riñas. La pasada primavera, sin embargo, varios vecinos fueron testigos de una bronca a voces de la pareja a altas horas de la madrugada. “Ella le insultaba desde la calle hacia su ventana. Al día siguiente, desaparecieron, y ya no regresaron juntos al pueblo”. La última vez que el sospechoso pisó San Vicente fue hace unas semanas, durante el puente de Todos los Santos.
Raúl es el segundo hijo de Jesús y Angelita, una pareja muy querida que emigró de San Vicente a Madrid, allá por los sesenta. El padre trabajó de calefactor y fontanero hasta que enfermó. Ella, limpiando casas. Algunos allegados creen recordar que el sospechoso ayudó un tiempo a su padre pero ignoran a qué se dedicaba últimamente. Otras fuentes sostienen que llevaba tiempo sin trabajar y que algún día se dedicó a algo relacionado con la informática. Hace unas semanas, comiendo con un familiar, Raúl aseguró que estaba siendo seguido por la policía pero no le dio importancia. Incluso llegó a reírse de sus investigadores. “¡Mira que son tontos! Han mandado que me sigan a los mismos tipos que me seguían hace meses”, dijo, según el relato que ha hecho un pariente cercano a EL PAÍS. “Durante este tiempo, su actitud fue pausada, tranquila, siguió siendo como es él”, aseguró la misma fuente.
Tres días después de la desaparición de Adolfina y su hija la policía que registró el domicilio donde la pareja convivía halló la maleta de la niña sobre una cama, con la ropa perfectamente doblada y las pertenencias de la madre metidas en bolsas de basura. Faltaba el colchón donde dormía la pequeña, asegura Manuel, un familiar que acompañó a los agentes a la casa durante esa visita.


La pasada primavera, varios vecinos fueron testigos de una bronca a voces de la pareja a altas horas de la madrugada


La abuela nunca se fio de Raúl

ANA PÉREZ BARREDO, MADRID
Arropada por un buen número de amigos, Leonarda Sánchez acaba de recibir la peor de las noticias: los restos humanos hallados en San Vicente de la Cabeza (Zamora) pueden pertenecer a su nieta de nueve años y a su nuera. “Pensé que podía tenerlas secuestradas o atadas en algún sitio, pero no que las hubiera matado”, comenta desde su casa, en el madrileño barrio de Legazpi. La mujer nunca se fio de Raúl Álvarez. No hablaba con él desde enero de este año, cuando su nieta le confesó que le había puesto la mano encima y ella interpuso una denuncia. El documento “fue rechazado porque decían que no era legible”. “Si me hubieran hecho caso en su momento puede que esto no hubiera pasado”.
En agosto, cuando Adolfina y Argelys llevaban un mes desaparecidas, una amiga le comentó que la familia del presunto homicida tenía unos terrenos en un pueblecito de Zamora. Leonarda asegura que pidió a la policía que buscasen por allí, pero que por segunda vez no le hicieron caso. “Estoy con el ánimo en el suelo. Me siento muy mal y con mucho dolor, pero no pararé hasta que se haga justicia con ellas”.
Mª Ángeles Ruiz Chacón









3 comentarios:

  1. muy interesante el artículo chicas, me parece una gran ayuda y recurso para entender mejor desde otros puntos de vista lo que vemos en clase. Sandra Parra

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  2. me gustan vuestros articulos son muy interesantes!! mucho animo seguid asi de bien! bess

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  3. Hola chicas! Que artículos tan interesantantes la verdad, teneis un blog muy chulo.

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